sábado, 7 de noviembre de 2009

Desidia.


El timbre impertinente del teléfono separó la mano de Graciela de la humeante taza de té. Provenía del comedor y el sólo hecho de cruzar el pasillo la fastidiaba. Entre el llamado y ella, se interponía un campo minado de crayones, marcadores y cartulinas. Tomás, abstraído por su imaginación, no notó la presencia de su madre que buscaba sortear los obstáculos. Sin aminorar la marcha, en el instante que pasó a su costado, lo retó ligeramente por no jugar en su cuarto. El instante fue tan fugaz que apenas advirtió que Tomás tenía un marcador que sangraba tinta azul en su boca. Pero, insistente el teléfono, se apoderaba de sus sentidos y en consecuencia de sus preocupaciones. Eran los de la compañía telefónica para informarle que le cortarían momentáneamente la línea por unos arreglos. Esbozó un improperio. Al regresar encontró el pasillo vacio. Tomás la había obedecido. Ahora era la televisión quien le hablaba. Una mujer en dos dimensiones batía una masa blanca pegajosa, con una sonrisa que nacía de una oreja y terminaba en la otra. Era una sonrisa contagiosa, una que sólo podía sintonizar buenas vibraciones. Entonces, ya relajada y sonriendo alzó la taza de té sin apartar la vista de la pantalla. Sin embargo, antes que pudiera probar el té, su nariz encontró un objeto extraño en el interior de la taza. Se trataba de un ahogado marcador sin capuchón. _ ¡Tomas! Gritó desencajada. Con el marcador en la mano emprendió rumbo al cuarto de su hijo. La puerta entreabierta le enseñó todo el panorama. Una reacción química paralizó sus ojos, el temor la arrodilló cerca de él. El rostro de Tomas estaba azul y no por la tinta sino por asfixia. La ausencia del capuchón en el marcador ensambló el rompecabezas. Un pedazo de plástico atorado en su garganta estaba arrebatándoles simultáneamente la vida de los dos poco a poco. Convulsionada, levantó a su hijo como si fuera una pluma y lo cargó hasta el comedor. Sin desprenderse de él, levantó el tubo del teléfono para llamar a emergencias pero la línea ya estaba muerta.